martes, 4 de marzo de 2014
AMAR LO QUE LOS JÓVENES AMAN
Don Bosco intuyó desde muy joven que para ganarse el corazón de los jóvenes era necesario acercarse a ellos, interesarse por sus cosas, "amar lo que ellos aman", para ello se esforzó en convertir sus colegios, casas las llamaba él, en una familia, donde se fomentan relaciones de familiaridad y confianza, donde hay también una autoridad que actúa desde la razón y el diálogo. El oratorio de Valdocco, cuna de la obra salesiana, se pudo definir como: "casa que acoge, escuela que prepara para la vida, parroquia que evangeliza y patio donde encontrarse a gusto con los amigos". En un ambiente así, no extraña que casi al final de su vida escribiera: "Hace cerca de 40 años que trabajo con la juventud y no recuerdo haber impuesto castigo de ninguna clase, y con la ayuda de Dios he conseguido no sólo el que los alumnos cumplieran con su deber, sino que hicieran sencillamente lo que yo deseaba, y esto de aquellos mismos niños que no daban ninguna esperanza de feliz éxito." Don Bosco siempre creyó más en el premio que en el castigo; así escribió: es premio o castigo todo lo que se hacer pasar por tal: "la alabanza cuando se obra bien y la corrección en los descuidos, constituyen de por sí premio o castigo".
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